Desde las sombras
Desde las sombras
Desde las sombras
La casa estaba apacible. Como siempre lo fue, solo que luego de la pesadilla que tuve anoche, aún quedaban en mí, resabios de un poderoso estremecimiento. Por más que los rayos del sol del día siguiente intentaban darle un sentido tranquilizador, no podía despojarme de esa sensación de pánico. Ni siquiera recuerdo el sueño en sí pero la forma brutal en se presentó ese ser maligno era atroz. Porque al fin y al cabo, mi única respuesta ante la realidad significaba ser una sola palabra. Vulnerable.
Solo recuerdo que quería huir ya que todo el tiempo me perseguían . Qué alivio sentí al abrir los ojos pero poco a poco, percibía que un temor crecía en mí. Soy el único hijo de un matrimonio que se van desde muy temprano a trabajar para regresar en la tardecita. Era un sábado y no tenía escuela. Por primera vez en mi vida, hubiera preferido pasar la mañana con mis compañeros de grado y soportar a mi maestra, a tener que estar solo. La imaginación es un intruso aprovechador.
Estaba en mi habitación intentando entretenerme con mis juguetes. Abrí la ventana de par en par para que no faltara ni un ápice de luz. El primer ruido provino de la cocina. Aguardé unos instantes y luego me concentré en mi juego pero al instante surgió una serie de pasos lentos desde el mismo lugar. Como si buscaran mi atención. Lo habían logrado. Luego de un tiempo interminable, logré armarme de valor y me dirigí hacia allí. Temblaba y un par de gotitas de sudor surcaron en mi frente. Me paré en el marco de la puerta de la cocina, cerré los ojos como queriendo atrapar algo de coraje y entré. No había nadie. De pronto, los pasos se oían ahora desde el baño. Qué hacer? Tras un mar de titubeos, caminé hacia ese sector pero al llegar, los ruidos habían desaparecido. Estaba por retirarme de allí cuando el baño se oscureció. Había desaparecido la luz. Inmediatamente toqué el interruptor y la bombilla se encendió pero al segundo volvió a apagarse, solo que pude escuchar perfectamente el sonido al correr la perilla.
La incertidumbre me bañó la espalda pero pulsé otra vez el interruptor y dejé mi dedo sobre la tecla con decisión. En ese momento, la figura de una nena de mi edad apareció detrás de mí. Me volví hacia ella con la bilis en la garganta. Ella se sonrió, no pestañeaba y parecía contemplarme con avidez. Comencé a tartamudear hasta que pude preguntar que quería de mí. Solo me dijo que quería acompañarme. Pero qué hacía en mi casa, cómo había entrado? La nena dijo llamarse perdida y me escoltó hasta mi pieza.
Nos sentamos frente a los juguetes y lentamente comencé a relajarme hasta que desarrollamos un par de juegos muy buenos. El tiempo pasó velozmente. Sentí el sonido bendito de llaves de mis padres, habían regresado de sus trabajos. Corrí hacia ellos para presentarles a mi nueva amiga pero no me creyeron.
Los insté a que fuesen a mi habitación pero allí no había nadie. Registré mi casa completa y no había rastros de perdida. Esa misma noche, me despertó rasgando las sábanas de mi cama. Era perdida!! A partir de esa noche perdí el miedo a lo desconocido y nos hicimos muy amigos.
Jamás habla de ella misma sino que le encanta escucharme. El tiempo fue pasando y nuestra relación creció en todos los aspectos. A pesar de ser invisible para los demás, para mí es alguien muy real. Tengo 30 años y estoy internado en un instituto de salud mental.
Parece que la sociedad se cansó de mí pero no me importa. Solo quiero complacer a perdida aunque es muy difícil a veces, porque se cansa rápido de la gente y quiere que les de un escarmiento. Es tan caprichosa!! Si no la obedezco me susurra toda la noche hasta que por fin asesino al indicado. Creo que esta noche volveré a escaparme.....
Autor :Marcelo Dumé
La casa estaba apacible. Como siempre lo fue, solo que luego de la pesadilla que tuve anoche, aún quedaban en mí, resabios de un poderoso estremecimiento. Por más que los rayos del sol del día siguiente intentaban darle un sentido tranquilizador, no podía despojarme de esa sensación de pánico. Ni siquiera recuerdo el sueño en sí pero la forma brutal en se presentó ese ser maligno era atroz. Porque al fin y al cabo, mi única respuesta ante la realidad significaba ser una sola palabra. Vulnerable.
Solo recuerdo que quería huir ya que todo el tiempo me perseguían . Qué alivio sentí al abrir los ojos pero poco a poco, percibía que un temor crecía en mí. Soy el único hijo de un matrimonio que se van desde muy temprano a trabajar para regresar en la tardecita. Era un sábado y no tenía escuela. Por primera vez en mi vida, hubiera preferido pasar la mañana con mis compañeros de grado y soportar a mi maestra, a tener que estar solo. La imaginación es un intruso aprovechador.
Estaba en mi habitación intentando entretenerme con mis juguetes. Abrí la ventana de par en par para que no faltara ni un ápice de luz. El primer ruido provino de la cocina. Aguardé unos instantes y luego me concentré en mi juego pero al instante surgió una serie de pasos lentos desde el mismo lugar. Como si buscaran mi atención. Lo habían logrado. Luego de un tiempo interminable, logré armarme de valor y me dirigí hacia allí. Temblaba y un par de gotitas de sudor surcaron en mi frente. Me paré en el marco de la puerta de la cocina, cerré los ojos como queriendo atrapar algo de coraje y entré. No había nadie. De pronto, los pasos se oían ahora desde el baño. Qué hacer? Tras un mar de titubeos, caminé hacia ese sector pero al llegar, los ruidos habían desaparecido. Estaba por retirarme de allí cuando el baño se oscureció. Había desaparecido la luz. Inmediatamente toqué el interruptor y la bombilla se encendió pero al segundo volvió a apagarse, solo que pude escuchar perfectamente el sonido al correr la perilla.
La incertidumbre me bañó la espalda pero pulsé otra vez el interruptor y dejé mi dedo sobre la tecla con decisión. En ese momento, la figura de una nena de mi edad apareció detrás de mí. Me volví hacia ella con la bilis en la garganta. Ella se sonrió, no pestañeaba y parecía contemplarme con avidez. Comencé a tartamudear hasta que pude preguntar que quería de mí. Solo me dijo que quería acompañarme. Pero qué hacía en mi casa, cómo había entrado? La nena dijo llamarse perdida y me escoltó hasta mi pieza.
Nos sentamos frente a los juguetes y lentamente comencé a relajarme hasta que desarrollamos un par de juegos muy buenos. El tiempo pasó velozmente. Sentí el sonido bendito de llaves de mis padres, habían regresado de sus trabajos. Corrí hacia ellos para presentarles a mi nueva amiga pero no me creyeron.
Los insté a que fuesen a mi habitación pero allí no había nadie. Registré mi casa completa y no había rastros de perdida. Esa misma noche, me despertó rasgando las sábanas de mi cama. Era perdida!! A partir de esa noche perdí el miedo a lo desconocido y nos hicimos muy amigos.
Jamás habla de ella misma sino que le encanta escucharme. El tiempo fue pasando y nuestra relación creció en todos los aspectos. A pesar de ser invisible para los demás, para mí es alguien muy real. Tengo 30 años y estoy internado en un instituto de salud mental.
Parece que la sociedad se cansó de mí pero no me importa. Solo quiero complacer a perdida aunque es muy difícil a veces, porque se cansa rápido de la gente y quiere que les de un escarmiento. Es tan caprichosa!! Si no la obedezco me susurra toda la noche hasta que por fin asesino al indicado. Creo que esta noche volveré a escaparme.....
Autor :Marcelo Dumé
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