El cuchillo
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El cuchillo
El cuchillo
El día que Epaminondas cumplió cuatro años su padrino, matón a sueldo y guardaespaldas de un caudillo, le regaló un cuchillito. Epaminondas le probó el filo con la yema del pulgar y enseguida degolló la muñeca de su hermanita. La madre, aterrorizada por semejante crimen, le quitó el cuchillo y después de limpiarle la sangre minuciosamente lo guardó en un cajón bajo llave, junto a unos corpiños fuera de uso. El niño, frente al despojo, permaneció melancólico y con fiebre durante tres meses. Rechazaba la infundiosa sopa de gallina que le ofrecían y sólo admitía de tanto en tanto un vasito de vino. Pero empezó a comer cuando le dijeron que le devolverían el cuchillito si aumentaba algunos Kilos. Después olvidó el regalo y el posterior episodio.
Cumplía los veintidós años cuando repentinamente se le estampó en la memoria la imagen del cuchillito olvidado, y violentó el cajón que lo guardaba para recuperarlo. Advirtió con asombro que el cuchillo había crecido. Tenía ahora cuatro veces su primitivo tamaño y en su desarrollo había atravesado los viejos corpiños de su madre, todos exactamente por la parte que correspondía al pecho izquierdo. Impresionado, cerró el cajón, lo clausuró hermético con clavos y tornillos y se fue a recorrer el mundo. Su madre, muy triste, lo acompañó al puerto y le pidió llorando que volviera pronto.
Retornó casi viejo. Su madre había muerto hacía varios años, no le dijeron de qué.
Un día se le ocurrió abrir el cajón del cuchillo y lo encontró completamente vacío.
Cuando le notificaron del cementerio que tenía que hacer la reducción de los restos de su madre, halló junto a los amarillentos huesos el cuchillo. Había crecido tanto que ocupaba casi todo el largo del ataúd.
Autor: desconocido
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El día que Epaminondas cumplió cuatro años su padrino, matón a sueldo y guardaespaldas de un caudillo, le regaló un cuchillito. Epaminondas le probó el filo con la yema del pulgar y enseguida degolló la muñeca de su hermanita. La madre, aterrorizada por semejante crimen, le quitó el cuchillo y después de limpiarle la sangre minuciosamente lo guardó en un cajón bajo llave, junto a unos corpiños fuera de uso. El niño, frente al despojo, permaneció melancólico y con fiebre durante tres meses. Rechazaba la infundiosa sopa de gallina que le ofrecían y sólo admitía de tanto en tanto un vasito de vino. Pero empezó a comer cuando le dijeron que le devolverían el cuchillito si aumentaba algunos Kilos. Después olvidó el regalo y el posterior episodio.
Cumplía los veintidós años cuando repentinamente se le estampó en la memoria la imagen del cuchillito olvidado, y violentó el cajón que lo guardaba para recuperarlo. Advirtió con asombro que el cuchillo había crecido. Tenía ahora cuatro veces su primitivo tamaño y en su desarrollo había atravesado los viejos corpiños de su madre, todos exactamente por la parte que correspondía al pecho izquierdo. Impresionado, cerró el cajón, lo clausuró hermético con clavos y tornillos y se fue a recorrer el mundo. Su madre, muy triste, lo acompañó al puerto y le pidió llorando que volviera pronto.
Retornó casi viejo. Su madre había muerto hacía varios años, no le dijeron de qué.
Un día se le ocurrió abrir el cajón del cuchillo y lo encontró completamente vacío.
Cuando le notificaron del cementerio que tenía que hacer la reducción de los restos de su madre, halló junto a los amarillentos huesos el cuchillo. Había crecido tanto que ocupaba casi todo el largo del ataúd.
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Armando Lopez- Mensajes : 472
Fecha de inscripción : 25/08/2012
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