Apocalipsis
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Apocalipsis
Apocalipsis
Acababa de despertar de aquel extraño sueño, en el que todos estaban tiesos y fríos. Abrí las ventanas de la habitación y la brisa fresca de la mañana acarició mis sentidos.
Lave mi rostro, me cambié de ropa y mientras caminaba por el corredor de la casa el silencio profundo comenzó a exacerbar mis sentidos.
De pronto, comencé a escuchar unos golpes, como de tambores que crecían a cada paso. Me sofocaba, el aire comenzaba a desaparecer. y caí en un sueño extraño. porque abrí los ojos en mi habitación y apenas entraba la luz del sol por la ventana. Me incorporé y corrí las hojas de la ventana para que el fresco aire acariciara mi rostro, pero no fue el aire sino el hedor lo que golpeó mi rostro, porque allí, frente a mis ojos, miles de cadáveres esparcidos por las calles se descomponían bajo el rayo del sol. Era el fin del mundo, era el final del hombre. era el apocalipsis.
Desperté y una vez más me incorporé de la cama, con temor porque la situación era similar a las anteriores. Una y otra vez caía al suelo para despertar en mi cama y ver los muertos.
Al fin abrí los ojos, y la luz de la habitación blanca me cegó. Allí, al costado de mi cama una enfermera tomaba nota. A media voz le pregunté que había sucedido y ella respondió que después de un largo coma podría contestar al juez que hacía en medio de la carretera con bombas en la cajuela.
La miré absorta y automáticamente se dibujó en mi rostro una sonrisa torcida.
Solo estaba abriendo la puerta a mis sueños.
Autor: Liliana T.
Acababa de despertar de aquel extraño sueño, en el que todos estaban tiesos y fríos. Abrí las ventanas de la habitación y la brisa fresca de la mañana acarició mis sentidos.
Lave mi rostro, me cambié de ropa y mientras caminaba por el corredor de la casa el silencio profundo comenzó a exacerbar mis sentidos.
De pronto, comencé a escuchar unos golpes, como de tambores que crecían a cada paso. Me sofocaba, el aire comenzaba a desaparecer. y caí en un sueño extraño. porque abrí los ojos en mi habitación y apenas entraba la luz del sol por la ventana. Me incorporé y corrí las hojas de la ventana para que el fresco aire acariciara mi rostro, pero no fue el aire sino el hedor lo que golpeó mi rostro, porque allí, frente a mis ojos, miles de cadáveres esparcidos por las calles se descomponían bajo el rayo del sol. Era el fin del mundo, era el final del hombre. era el apocalipsis.
Desperté y una vez más me incorporé de la cama, con temor porque la situación era similar a las anteriores. Una y otra vez caía al suelo para despertar en mi cama y ver los muertos.
Al fin abrí los ojos, y la luz de la habitación blanca me cegó. Allí, al costado de mi cama una enfermera tomaba nota. A media voz le pregunté que había sucedido y ella respondió que después de un largo coma podría contestar al juez que hacía en medio de la carretera con bombas en la cajuela.
La miré absorta y automáticamente se dibujó en mi rostro una sonrisa torcida.
Solo estaba abriendo la puerta a mis sueños.
Autor: Liliana T.
Armando Lopez- Mensajes : 472
Fecha de inscripción : 25/08/2012
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