“Escape Nuclear Inmortal”
“Escape Nuclear Inmortal”
“Escape Nuclear Inmortal”
Morteliev (Ucrania). Al cierre de esta edición, podemos dar por concluida efectivamente, la limpieza de los cientos de apestosos engendros que deambulaban sin control por esta pequeña población de poco más de 3.000 habitantes situada al este del país. Según nos comunicaba el portavoz de las Fuerzas Especiales del Estado, “ha sido una tarea complicada, con resultados inciertos por el oscurantismo del asunto”.
Les recordamos que la voz de alarma se originó hace un par de días, cuando el escape de una “extraña sustancia” causó la muerte de catorce operarios que trabajaban en esos momentos en la Central Nuclear situada a escasos kilómetros del municipio. El acontecimiento no hubiera pasado de noticia local, si no hubiera sido por todo lo que siguió a continuación.
Los trabajadores fallecidos, con sus cuerpos totalmente calcinados y humeantes aún, se levantaron de las frías mesas de metal donde se les estaba practicando la autopsia, y sin ningún tipo de miramiento, se comieron literalmente a los forenses que fueron testigos de aquel inverosímil suceso. Los operarios, hambrientos todavía, escaparon del lugar dejando a su paso un rastro de sangre y cuerpos descuartizados que incomprensiblemente se levantaban a los pocos minutos del suelo para continuar buscando más víctimas que devorar.
El pánico se extendió rápidamente por Morteliev, que cerró sus puertas y ventanas a cal y canto bajo la recomendación de las Fuerzas Especiales, que enseguida acudieron al lugar. Sin embargo, no era fácil acabar con los zombis, ya que se desconocía su número exacto, se reproducían a increíble velocidad, y lo que es peor, eran inmunes a las balas.
En pocas horas anocheció, y las calles se llenaron de seres que buscaban carne humana como el terminal toxicómano que busca su dosis. Sus quejumbrosos alaridos y su tambaleante caminar les delataba, más nadie podía evitar que se amotinasen y echasen abajo puertas y ventanas de casas, casas que una vez invadidas, dejaban salir a sus inquilinos, ya convertidos en seres de ultratumba.
Había que hacer algo cuanto antes. Científicos y técnicos nucleares de todo el país se afanaban en descifrar los elementos que componían la dichosa sustancia causante del escape y que había desencadenado aquella dramática situación.
Día 2, 8:45 p.m. Sin ningún tipo de colaboración por parte de los responsables de la Central Nuclear, se consigue al fin descifrar la secuencia y su posible antídoto, algo que permanece bajo secreto judicial. Lo que era obvio es que esa sustancia contagiaba a cada engendro y era portada por cada uno de ellos.
10:15 p.m. Como si los zombis supieran que ya se disponía del remedio contra ellos, y amparados por una inquietante oscuridad en el exterior, rodearon el centro de operaciones de las Fuerzas Especiales y cortaron el suministro eléctrico. Sin más luz que la del reflejo de la luna, los científicos se apresuraron en recopilar todo cuanto necesitaban para luchar contra lo que se les avecinaba. Escucharon cómo las puertas cedían y el habitáculo era invadido por cuerpos destrozados que avanzaban lastimosamente por la estancia en busca de recompensa. Los científicos, escondidos en un cuarto blindado subterráneo, se aseguraron de que ya todos estaban dentro antes de hacer explotar la bomba de gas que desintegró por completo las instalaciones y con ellas, las esperanzas de continuar adelante de los monstruos.
Durante toda la noche se fueron sucediendo episodios de destrucción masiva de los zombis que aún se resistían a ceder. Cientos de especialistas ataviados con trajes acorazados fueron suministrando las dosis de gas letal diseñadas para la ocasión, composición guardada bajo llave.
A estas horas la vida en la ciudad parece estar ya prácticamente restablecida, si bien las Fuerzas Especiales continuarán unas semanas más en el lugar ante posibles rebrotes. Como nos relataba un vecino, “quieren transmitirnos tranquilidad y seguridad, pero saben que en cualquier momento puede volver a pasar lo mismo, nadie dice qué es lo que hay en la Central Nuclear, pero todos sabemos que es la cuna de crueles experimentos con humanos”.
Autor: Ana I. Kavaniyas
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