Lucy..........
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Lucy..........
Lucy
Aquella gélida noche del 21 de octubre de 1894, el antropólogo holandés Abraham Van Helsing y el joven inspector de Scotland Yard Richard North tomaron un carruaje que les llevó hasta el principal cementerio de Londres.
Eran las once y diez cuando forzaron la entrada al mausoleo de los Westenra-Carrington, y bajaron a la cripta donde yacía la hija mayor de la familia, muerta a los diecinueve años de edad. Van Helsing pidió ayuda a su acompañante para abrir el féretro, y descubrieron que estaba vacío.
- Santo Dios, ¿dónde está el cuerpo? Lo han robado…
- Por favor, Richard – le dijo Van Helsing con sequedad – No lo han robado, si no cree en lo que le he dicho es difícil que pueda ayudarme. No nos enfrentamos a ladrones de muertos, lo que tenemos ante nosotros son seres malditos, vivos pero a la vez muertos, nosferatu, vampiros.
- Muertos andantes, que beben la sangre de los vivos…, perdone pero no me entra en la cabeza.
- Usted calle y haga sólo lo que le pida.
North quiso protestar, pero el profesor le interrumpió antes de que pronunciara la primera palabra. Había oído pasos.
Se escondieron detrás de una estatua que había junto a la pared y aguardaron. Al poco rato apareció Lucy, la ocupante del ataúd vacío.
- ¿Cómo demonios…?
- Silencio, aún no.
La joven, pálida como la nieve, iba ataviada con la mortaja y llevaba en brazos a un niño y una niña de unos siete años de edad. Ambos reían a carcajadas por culpa de las historias que les contaba la joven.
- ¡Lucy! – dijo Van Helsing saliendo de su escondite – Deja a los niños. No harás daño a nadie más.
La vampiresa los dejó suavemente en el suelo y se acercó al profesor.
- Yo le conozco. Usted intentó salvarme del maestro, pero ¿pensó si yo quería ser salvada?
Dicho esto se transformó en una especie de murciélago, pero sin perder del todo su apariencia femenina, y se abalanzó sobre Van Helsing. Éste tuvo el tiempo justo de sacar una gran cruz plateada de debajo de su chaqueta y la puso ante él.
Al verla Lucy perdió el control y cayó de espaldas. North aprovechó el momento para apartar a los niños.
Van Helsing agarró aún con más fuerza el crucifijo y se inclinó hacia Lucy, mientras la conminaba en nombre de Cristo a volver a las tinieblas.
La vampiresa se sentía tan débil que no mantuvo por más tiempo el aspecto de monstruo, y el profesor la obligó a entrar en el féretro.
- North, rápido, la estaca.
El inspector de policía colocó una pieza alargada de acero sobre el pecho de Lucy y la hundió. Al instante ésta abrió los ojos y vomitó una lengua tan larga como un brazo, que agarró a North por el cuello.
Van Helsing cortó la cabeza de la joven con un machete y la escurridiza lengua liberó su presa.
- ¿Ahora cree en vampiros, Richard?
North asintió con la cabeza, un poco trastornado. Después abandonaron aquel siniestro y desdichado lugar.
Autor: ruben
Aquella gélida noche del 21 de octubre de 1894, el antropólogo holandés Abraham Van Helsing y el joven inspector de Scotland Yard Richard North tomaron un carruaje que les llevó hasta el principal cementerio de Londres.
Eran las once y diez cuando forzaron la entrada al mausoleo de los Westenra-Carrington, y bajaron a la cripta donde yacía la hija mayor de la familia, muerta a los diecinueve años de edad. Van Helsing pidió ayuda a su acompañante para abrir el féretro, y descubrieron que estaba vacío.
- Santo Dios, ¿dónde está el cuerpo? Lo han robado…
- Por favor, Richard – le dijo Van Helsing con sequedad – No lo han robado, si no cree en lo que le he dicho es difícil que pueda ayudarme. No nos enfrentamos a ladrones de muertos, lo que tenemos ante nosotros son seres malditos, vivos pero a la vez muertos, nosferatu, vampiros.
- Muertos andantes, que beben la sangre de los vivos…, perdone pero no me entra en la cabeza.
- Usted calle y haga sólo lo que le pida.
North quiso protestar, pero el profesor le interrumpió antes de que pronunciara la primera palabra. Había oído pasos.
Se escondieron detrás de una estatua que había junto a la pared y aguardaron. Al poco rato apareció Lucy, la ocupante del ataúd vacío.
- ¿Cómo demonios…?
- Silencio, aún no.
La joven, pálida como la nieve, iba ataviada con la mortaja y llevaba en brazos a un niño y una niña de unos siete años de edad. Ambos reían a carcajadas por culpa de las historias que les contaba la joven.
- ¡Lucy! – dijo Van Helsing saliendo de su escondite – Deja a los niños. No harás daño a nadie más.
La vampiresa los dejó suavemente en el suelo y se acercó al profesor.
- Yo le conozco. Usted intentó salvarme del maestro, pero ¿pensó si yo quería ser salvada?
Dicho esto se transformó en una especie de murciélago, pero sin perder del todo su apariencia femenina, y se abalanzó sobre Van Helsing. Éste tuvo el tiempo justo de sacar una gran cruz plateada de debajo de su chaqueta y la puso ante él.
Al verla Lucy perdió el control y cayó de espaldas. North aprovechó el momento para apartar a los niños.
Van Helsing agarró aún con más fuerza el crucifijo y se inclinó hacia Lucy, mientras la conminaba en nombre de Cristo a volver a las tinieblas.
La vampiresa se sentía tan débil que no mantuvo por más tiempo el aspecto de monstruo, y el profesor la obligó a entrar en el féretro.
- North, rápido, la estaca.
El inspector de policía colocó una pieza alargada de acero sobre el pecho de Lucy y la hundió. Al instante ésta abrió los ojos y vomitó una lengua tan larga como un brazo, que agarró a North por el cuello.
Van Helsing cortó la cabeza de la joven con un machete y la escurridiza lengua liberó su presa.
- ¿Ahora cree en vampiros, Richard?
North asintió con la cabeza, un poco trastornado. Después abandonaron aquel siniestro y desdichado lugar.
Autor: ruben
Armando Lopez- Mensajes : 472
Fecha de inscripción : 25/08/2012
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